Ahora que Verónika Mendoza alcanza el segundo lugar en las encuestas, leo y escucho a muchas personas afirmar que no tiene ninguna posibilidad de ganarle a Keiko Fujimori en una eventual segunda vuelta entre ambas. (Significativamente, muchas de estas personas son las mismas que hace unos meses afirmaban, con pleno convencimiento, que la candidatura del Frente Amplio no tenía ninguna posibilidad de salir del 2% de la preferencia electoral). Creo que se equivocan. Es cierto que ninguno de los candidatos ahora en campaña la tendrá fácil en el balotaje, y quienquiera que quede en segundo lugar el 10 de abril irá cuesta arriba. Aun así, me parece que entre todos ellos, la que tiene mayores opciones de remontar esa cuesta es Mendoza, y tengo tres razones para pensar así.

La primera es que Verónika y el Frente Amplio han tenido un crecimiento espectacular en esta campaña, y su tendencia en la recta final es ascendente. Mientras más se le conoce, más se le acepta y se le prefiere, a diferencia de los demás competidores aún en carrera hacia la segunda vuelta, que por méritos propios (es decir, dejando a un lado el voto anti-Keiko) se han estancado o empiezan a caer. El atractivo de la candidatura del Frente Amplio debe ser innegable incluso para quienes no lo sienten ni lo entienden, y más aún, se ha consolidado en un contexto especialmente adverso, con la abrumadora mayoría de los medios de comunicación declaradamente en contra suya desde un inicio y muchos intereses alineados para impedir su ascenso. En otras palabras, la pegada electoral de Verónika Mendoza, a estas alturas, no necesita demostración.

La segunda se deriva de la anterior: este crecimiento y esa tendencia ascendente se vienen dando con especial fuerza en los sectores del electorado más cruciales para un posible triunfo de Keiko Fujimori, donde socavarla será fundamental. Es cierto que el fujimorismo tiene un “voto duro” en el Perú rural y en los sectores D y E del electorado. Pero también lo es, en primer lugar, que ese voto no es tan duro como parece, según se demostró en las anteriores elecciones presidenciales. Y, en segundo lugar, que tiene también un “voto blando” que ahora se expresa en las encuestas, pero que puede desprenderse de ella en una confrontación más enfocada. (Esto último, de hecho, ya está empezando a ocurrir: ayer la encuesta de GFK reveló que la distancia entre Verónika y Keiko en una hipotética segunda vuelta se ha acortado en 6 puntos, mientras que la distancia entre Keiko y PPK, por ejemplo, ha aumentado: también ahí la tendencia del FA es ascendente).

Y mi tercera razón es de fondo, más allá de las cifras. Por su naturaleza, la segunda vuelta requiere de una contraposición clara y directa, sostenida con firmeza. De todos los candidatos, Verónika Mendoza es quien presenta con mayor precisión una alternativa al fujimorismo, algo que PPK —cualquiera sean las demás virtudes que sus votantes le atribuyen— no puede decir, y algo que Alfredo Barnechea solo le está diciendo al parecer a un segmento decreciente de la ciudadanía. Si uno de los objetivos es derrotar a Keiko e impedir el retorno de la mafia fujimorista al gobierno (impedir su retorno al Congreso parece, a estas alturas, imposible), el candidato mejor posicionado para hacerlo será aquel (aquella) que mejor distinga sus propuestas y que mejor articule los puntos débiles de Fuerza Popular. Esa persona, hoy, es Verónika Mendoza.

Yo apoyo al Frente Amplio y deseo que Verónika Mendoza gane estas elecciones. Pero no escribo esto desde una posición partidaria, sino desde una consideración tan objetiva como me es posible de los datos que todos tenemos a la mano. Y espero que todos los votantes para quienes un nuevo gobierno fujimorista es inaceptable hagan una reflexión parecida. Sí, la batalla será dura y las fuerzas alineadas detrás de Keiko Fujimori son poderosas (y no tienen el menor tapujo en mentir, tergiversar y asustar a los peruanos descaradamente, ni lo tienen en manipular y pervertir las instituciones y las leyes para favorecer a su candidata: la única guerra que conocen es la sucia). Pero ese será el caso pase quien pase a la segunda vuelta, y la pregunta que debemos responder es quién, de todos los candidatos todavía posicionados para hacerlo, puede responder con efectividad, aprovechar las oportunidades, y ganar.

No hacerse esa pregunta o responderla desde los propios prejuicios es votar por el fujimorismo.

(Foto: Ana Victoria del Pueblo)